Guido, así se llama el presente "filósofo" (y no pongo mas datos porque no los sé... ¿Es filósofo?¿Profesor? ¿Es un extraterrestre?¿Es un Clon?¿Era un fantasma? ¿Lo soñé? si alguien se acuerda, o lo conoce, comente y complete los datos, es una verguenza pero no los tengo...), nos expuso su visión acerca del concepto de la exclusión y la marginalidad. Y voy a desarrollar sus ideas que, siete años después, encontré en un papel entre mis cosas, porque me parece que sigue siendo interesante... y sirve para reflexionar.
Para Guido, cuando hablamos de "los excluidos" tenemos que tener en cuenta que estamos pensando o posicionando esta idea dentro del discurso hegemónico : el excluído se define en relación a la falta, la carencia, la indigencia, el analfabetismo. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que hay consecuencias frente a este modo de pensar, que encasilla al sujeto pensado en cuestión. Es decir, es un modo de pensar que parte de una determinada idea, de un modelo, de un paradigma cultural que expresa una idea de perfección. Lo que no entra dentro de ese concepto de perfección, lo que presenta una "falta", entonces, se condena, se margina. El excluído, se define, o mejor dicho, lo pensamos desde la falta, desde la carencia de determinados valores burgueses que para muchos son comunes y cotidianos.
(Gran paréntesis para bajar un poco a tierra estos conceptos algo abstractos: nos basamos en un tipo de pensamiento occidental, que avala un determinado tipo de vida con unos determinados modos de subsistencia. El que no "accede" necesariamente a todo esto, por no "poder" o no "querer" es el excluído, el que no "tiene", mas allá de pensar sus propias necesidades concretas, uno piensa automáticamente que "no tener" ES "necesitar" y es "ser excluído" ).
Para explicar mejor este concepto, Guido nos recuerda la famosísima doctrina platónica de las ideas. Esta doctrina afirma que el mundo en el que nosotros vivimos, este mundo material, es una copia del mundo de las ideas, o dicho de otro modo, las ideas son un molde del cual se desprenden las cosas que son las copias concretas de ese concepto primero, perfecto y que no cambia. El ejemplo típico que simplifica (por no decir que aborta) esto es pensar en nuestro concepto o idea de silla: una silla es un objeto que sirve para sentarnos, tiene que tener una base, un respaldo (silla sin respaldo = ¡banco!), etc. Las copias de esa idea, son las sillas materiales que todos conocemos, y que pueden ser de madera, de plástico, tener cuatro patas, o tres, o una sola base, puede ser acolchada, o no, etc. Pero todas representan esencialmente esa idea primera, única, perfecta e inmutable de la silla. Guido afirma, entonces, que de alguna manera nosotros tenemos inserto en la cabeza un modelo, una idea también única e inmutable, de las personas que habitan nuestra sociedad. Entonces, cuando una de esas características de ese paradigma perfecto e inmutable "falla", tenemos un excluído.
¿Qué es lo que pasa acá? Pasa que dejamos de ver al otro como una persona diferente. Pensamos que hay una sola manera de vivir, de relacionarse, un solo código, una sola forma, un solo modelo, en vez de ver la multiplicidad. Y pretendemos llenar ese supuesto vacío, esa supuesta carencia con lo que creemos que falta. Queremos rellenar para llegar al paradigma. No damos lugar a la libertad del otro. El sujeto se vuelve objeto: le falta una pieza -según nosotros- y tenemos que completarla. Pero según nuestra idea perfecta, nuestro paradigma, nuestras necesidades. Nos inventamos una idea perfecta- que no existe, repito, porque lo que hay es multiplicidad, somos todos diferentes-, y encima pretendemos hacer llegar al otro a esa idea, como si fuese una cosa vacía que hay que rellenar para completar (bueno, esto no es tan así, suena cruel y parece que uno realmente trabajara con muñecos, pero está expuesto así crudamente para que se entienda).
El verdadero modo que propone Guido para trabajar (modo que en parte yo creo que se fue logrando en estos años, sobre todo con los Talleres, aunque podemos seguis mejorando, por supuesto), es trabajar con el otro. El trabajo positivo con el otro implica conocerlo para saber qué necesita, qué quiere, qué le interesa, cuál es ese vacío -si es que tiene alguno- . Se trabaja desde lo que ya se es, no desde un paradigma incompleto. Y no se rellena, se construye. Con el otro. Hay una horizontalidad en el trato, no una verticalidad propiciada por ese vacío conceptual que tendemos a crearnos. Hay una búsqueda personal con el otro, desde uno y con el otro, construyendo un código nuevo. La construcción no es un estado, es un proceso. Esto tiene que ver, en definitiva, con una dinámica. Porque somos personas, no entes estáticos.
Y lo mismo con el uso de recursos materiales en general. El uso es la construcción, no el mero abastecimiento, porque volvemos a caer en este paradigma rellenable. O cuando sentimos lástima o culpabilidad, cuando nos sentimos privilegiados. Otra vez caemos en esta noción de falta que nos puede volver a llevar al famoso paradigma, impidiendo la horizontalidad del trabajo, el camino con el otro.
Todo esto que afirma Guido nos posiciona desde nuestro trabajo, y puede ser útil en el laburo de cada sábado, para pensar desde dónde laburamos, desde dónde nos ubicamos conceptualmente. Hacer consciente esto es fundamental para replantearnos muchos sentimientos que se nos pueden presentar en relación al proyecto, además de que nos puede ayudar a hacer una relectura personal de nuestras propias expectativas -grupales pero también individuales- como escuelitenses que somos.
El Sujéto Tácito (esperando no haber afirmado en nombre de otra persona nada demasiado incorrecto)


