A los maestros les pagan muy bien en Silvalandia porque a los niños, no se sabe por qué, les disgusta sobremanera el alfabeto, y las primeras clases transcurren entre llantos, bofetadas y penitencias. A nadie se le ha ocurrido averiguar por qué a los niños de Silvalandia no les gusta el alfabeto. Desconfían, acaso, de sus astutas combinaciones que poco a poco van ocupando el lugar de las cosas que ellos encuentran, conocen y aman sin mayores palabras. Parecería que no tienen ganas de entrar en la historia, cosa que bien mirada no es del todo idiota. Los inspectores, que no comprenden lo que pasa, piden a los maestros que alfabeticen a los alumnos de la manera más amena posible; y así sucede que un maestro se disfraza de letra B y desde una tarima procura convencer a los niños de que esta letra revista entre las más importantes, y que sin ella nadie podría ser bachiller, hebrero, abanderado o barrendero. Con su vivacidad habitual, los niños le hacen notar que gracias a tan ventajosa carencia tampoco él tiene derecho a tratarlos de burros, vagabundos o analfabetos. Esto último claro está, desconsuela particularmente al maestro que corre a disfrazarse de X o de W con la esperanza de fomentar con menos riesgo el alfabeto en la mente de los niños. Pero esas letras son de una parsimonia notoria y los ejemplos se vuelven difíciles, con lo cual en vez de réplicas inquietantes se advierte más bien un coro de bostezos, que según Pestalozzi es el signo manifiesto de todo fracaso pedagógico.
La alfabetización difícil
Cortázar
Para muchos este texto puede implicar un cómico despliegue de la maestría del pormuchosquerido Julio Florencio. Para otros, además de eso, puede ser el bosquejo inicial de una sonrisa que se va dibujando en la cara mientras pensamos algo así como "sé exactamente de lo que está hablando este hombre". Cuando uno trabaja con chicos, es inevitable que aparezcan los signos de la resistencia al aprendizaje, y entonces el pibe se te descontrola, no quiere hacer más nada, no trae la tarea hecha, o se te escapa del aula y andá a agarrarlo... Bueno, al menos, esto pasa desde hace 15 años, en una escuela perdida por Barrio Marina, donde alrededor de 150 nenes, adolescentes, jóvenes y adultos se juntan todos los sábados a dar y recibir apoyo escolar.
Y si bien tampoco queremos dar la falsa idea de que cada sábado es menos aprendizaje que caos lo que se puede encontrar en la 48 de Barrio Marina -aunque no nos falta poco para que un par se disfracen de equis o de mitocondria, según venga el caso, a fines didácticos-, lo cierto es que en La Escuelita pasa un poco de todo, pero sigue funcionando, hay movimiento, hay cabezas desde las 10 de la mañaba pensando... un sábado. Y cuando se da la magia del orden, de la tarea hecha, del "- ¿entendiste? -sí ", cuando todo funciona, es realmente alentador pensar que uno puede formar parte de algo así
Tal vez los 15 años del proyecto ameriten un nuevo espacio de encuentro, como puede ser este blog, donde podamos volcar algo así como reflexiones, recuerdos, anécdotas, es decir, algo que espontáneamente nos lleve a armar una suerte de historia de La Escuelita. Al menos, en principio, esa es la idea del blog, que con suerte será deformada para acabar en quién sabe qué riquisimo nuevo espacio de construcción, expresión y reflexión.
Tal vez nos podamos reir un rato imaginandonos a nosotros como profesores de Silvalandia, sonriendole al texto, sabiéndo exactamente cuál es el límite entre un crímen por impaciencia y un disfraz de perejil para explicar, por ejemplo, la digestión. Y tal vez podamos darnos cuenta de que vale la pena.
me encantó!
ResponderEliminararriba el blog y la escuelita que sobra material para subir y disfrutar entre todos..
prometo postear algo en cuanto tenga un rato decente como para sentarme y armarlo...